Cortesía Google
Pese a que la constitución política de Colombia,
en el artículo 79 del capítulo III, proclama que “todas las personas tienen
derecho a gozar de un ambiente sano (...), es deber del estado proteger la
diversidad e integridad del ambiente, conservar las áreas de especial
importancia ecológica y fomentar la educación para el logro de estos fines”,
esta ley no pormenoriza acerca del trato que todo individuo debe dar a los
animales que habitan en su entorno, seres que actúan conforme a su instinto no
racional y que manifiestan cada vez que tienen oportunidad, su incapacidad de
decidir la razón y la forma bajo la cual deben actuar, factores que resultan
opuestos a la cualidades y ventajas que poseemos los humanos de determinar,
dictaminar y estructurar nuestro comportamiento, aptitudes y habilidades que
lamentablemente nos cuesta aprender y saber usar.
Eso que decimos llamar “arte”, en donde un humano “razonable” se enfrenta a un pobre animal, clavándole una serie de banderillas alrededor de su cuello, sin piedad alguna, no sólo deja muy mal hospedada la idea y el concepto que define lo que somos, sino que cuestiona y coloca en “jaque” nuestra cultura, esa misma que es heredada de quienes en una etapa oscura de nuestra historia, se aprovecharon de la inocencia de nuestros indígenas, para de esta manera apropiarse atrevidamente de los terrenos, riquezas y tesoros (en cultura y pensamiento) que no les pertenecía y que explotaron desmedidamente para satisfacer sus intereses colectivos y personales.
Aunque solemos decir que somos independientes desde hace 202 años, eso no ha sido y no será nunca una total verdad, puesto que aún seguimos conservando aquellas “tradiciones” tan absurdas e inhumanas, que únicamente no nos convierte en un pueblo dependiente de la invasión española, sino en seres incapaces de detenernos a concienciar del daño que causamos al ambiente y a los animales con nuestras acciones. ¿Cómo es posible que defendamos la cruel practica de toreo, con el pretexto de que es una tradición que nos fue heredada por nuestros antepasados? ¿Será que son más las personas que apoyan está práctica que las que la rechazamos?
Eso que decimos llamar “arte”, en donde un humano “razonable” se enfrenta a un pobre animal, clavándole una serie de banderillas alrededor de su cuello, sin piedad alguna, no sólo deja muy mal hospedada la idea y el concepto que define lo que somos, sino que cuestiona y coloca en “jaque” nuestra cultura, esa misma que es heredada de quienes en una etapa oscura de nuestra historia, se aprovecharon de la inocencia de nuestros indígenas, para de esta manera apropiarse atrevidamente de los terrenos, riquezas y tesoros (en cultura y pensamiento) que no les pertenecía y que explotaron desmedidamente para satisfacer sus intereses colectivos y personales.
Aunque solemos decir que somos independientes desde hace 202 años, eso no ha sido y no será nunca una total verdad, puesto que aún seguimos conservando aquellas “tradiciones” tan absurdas e inhumanas, que únicamente no nos convierte en un pueblo dependiente de la invasión española, sino en seres incapaces de detenernos a concienciar del daño que causamos al ambiente y a los animales con nuestras acciones. ¿Cómo es posible que defendamos la cruel practica de toreo, con el pretexto de que es una tradición que nos fue heredada por nuestros antepasados? ¿Será que son más las personas que apoyan está práctica que las que la rechazamos?
Aplaudo honestamente la decisión que ha tomado el alcalde de Bogotá, Gustavo Petro, de prohibir las corridas de toros en la capital, iniciativa por la que he resuelto proponer este pequeña pero útil solución: es necesario que reflexionemos y tomemos conciencia, pero no esa conciencia que nos solicitan los medios de comunicación, sino una en la que nos imaginemos el mundo sin animales, sin nuestros semejantes y sin recursos tan imprescindibles como el agua y las plantas; deliberación que nos lleve a actuar según nuestra voluntad y no a las exigencias hechas por los demás.
Sólo así, los animales, los humanos, las plantas y demás elementos creados para proporcionarnos la felicidad y las herramientas que verdaderamente necesitamos, podrán coexistir en un entorno en el que el respeto y la solidaridad, parecen no tener cabida.
totalmente de acuerdo y muy razonable su columna,
ResponderEliminartambién quiero agregar con respecto a la barbara e
inhumana y mal heredada tradición de los toros, las
populares y crueles carralejas donde se practica la crueldad contra los toros y la espeluznante muerte de los caballos desprotegidos con sus visceras por fuera, hay que acabar con esto.