jueves, 4 de octubre de 2012

SABER VER TELEVISIÓN:UNA APUESTA POR CONSTRUIR UNA SOCIEDAD MEJOR



Cortesía. Facebook

En días pasados fui testigo de un interesante episodio de reflexión y de contrariedad en opinión, meditación que surgió a raíz del cuestionamiento hecho por un profesor, que deseaba hallar el culpable de los contenidos audiovisuales que se transmitían en las pantallas de la cafetería de la universidad, aduciendo con ello, cierto inconformismo por el daño que éstos podrían ocasionar a los alumnos de la IUPG, personas que se están formando no sólo como profesionales, sino como individuos en busca del progreso social.

Es allí, como en medio de este discurso, un poco arbitrario y censurable, decidí plantearme un criterio e interrogante que apuntaba a conocer por qué un docente, que se supone debe procurar incentivar el debate entre sus estudiantes, pretendía desde su perspectiva y la de sus colegas, consultar por el responsable en la divulgación del contenido televisivo basura que se estaba mostrando en ese lapso, en lugar de cuestionar, anhelar y permitir la crítica o apoyo que los demás le podían atribuir al formato y argumento expuesto en ese momento, a pesar de ser testigo de que ellos no eran las únicas personas presentes en este espacio y que quizás algunos de los asistentes, deseaban desarrollar por medio de este producto las bases de todo buen espectador crítico, o tan sólo intentar entretenerse u olvidarse de los conflictos que los agobiaban en el instante.

Es por ello, que me anime a entrevistar y a conversar con una persona que podía otorgarme una respuesta asertiva conforme a su opinión, a este compleja interpelación que rondaba en mi cabeza, lo que condujo a que buscara al profesor y director del programa académico de Medios Audiovisuales del Politécnico Grancolombiano, Harvey Murcia, quien desde su conocimiento en lo que respecta al universo de la televisión y el cine, contestó mi pregunta, afirmando que “Formar criticidad sobre la televisión, no es formarla sobre la moralidad, sobre lo que es bueno y sobre lo que es malo, sino poder entender los funcionamientos y  los mecanismos que se dan al interior de la producción televisiva, para poder tener televisión de calidad y entender que la televisión no es exclusivamente un mercado, sino la televisión también es una responsabilidad narrativa, es una responsabilidad histórica, es una responsabilidad de memoria, y esto solamente se puede construir cuando hay una crítica.”

Adicional a lo antes mencionado, Harvey también mencionó que “para poder cuestionar lo que pasa en la pantalla chica, hay que saber como opera y como funciona la pantalla chica, qué son eso de los comerciales,  por qué en Escobar (Escobar el patrón del mal), tenemos casi 20 minutos de comerciales y 10 minutos del seriado, por qué se da de esa manera, por qué esos personajes, por qué ese tipo de tramas, por qué ese tipo de conflictos, por qué ese tipo de narraciones. Eso es saber ver televisión, saber ver televisión es tener la capacidad de apagar el tv. (…) Apagar la televisión es justamente poder decir ‘mire lo que usted me está diciendo no funciona, yo lo apago’, pero también es  poder reconocer que porque yo lo apago, el otro tal vez no lo quiera apagar, porque el encuentra algo que yo no veo allí”, argumento que incentivó con mayor fuerza, mi oposición a la petición hecha por el profesor que visitó mi oficina, puesto que la misma impedía de manera tajante el debate, la crítica y ante todo la evolución de nuestra comunidad, a partir de la observación detallada de lo que nos transmiten los medios de comunicación de masas, constituyendose finalmente este requirimiento, como el obstáculo y el inconveniente para no abrirle el paso a la posibilidad de reformar la mentalidad y la realidad de un país en crisis, de una nación en decadencia.

Es en ese orden de ideas, donde me atrevo a preguntar por qué en vez de seguir por la línea de lo moral y lo correcto y políticamente establecido, no nos arriesgamos a transformar nuestro discurso de lo bueno y de lo malo, en un discurso y pensamiento que busque analizar los componentes que construyen y caracterizan lo que vemos y no vemos, lo que amamos y odiamos, lo que relativamente y convencionalmente es aceptado y no aceptado, todo ello encaminado a edificar un mejor progreso comunal.

Sí no es la academia en donde puede debatirse, cuestionarse y des idealizarse la tradicionalidad de ese mundo audiovisual  y de la realidad nacional, entonces en qué otro espacio es permisible la reflexión y el análisis, como apuestas para una Colombia mejor. La cuestión no es decir que los programas, los contextos, las costumbres y los sujetos son positivos o negativos, es explicar con argumentos y con total veracidad, por qué lo son, que efectos tienen sobre nosotros y de qué manera estos deben mejorarse o fortalecerse para construir una televisión y un pueblo con calidad y con inteligencia y conciencia social .




jueves, 27 de septiembre de 2012

EL PLAGIO CULTURAL


                                                                   Cortesía google
“(…) Los años me fueron enseñando con tristeza que, con admirables excepciones, nuestro país era un lugar común lleno de lugares comunes, pendiente de un primer mundo, al que copia de manera permanente, en un alborotado complejo de inferioridad”, es uno de los argumentos que nos plantea en su columna del periódico el Tiempo, Heriberto Fiorillo, escritor y cineasta español, que pretende poner al descubierto mediante su artículo la realidad del plagio en nuestra patria y cómo éste es aplaudido, venerado y legitimado por una cultura carente de identidad y con complejo de imperfección .

Es en este orden de ideas, como el término plagio se termina desligando del ámbito legal y pasa a trascender y ocupar el lugar de lo que denominamos el mundo cultural y racional, puesto que el fenómeno que un principio pudo haberse relacionado exclusivamente con el campo  académico e intelectual, mostró con el tiempo su vinculación en el plano cultural del pueblo, cultura que según nos lo explica Alexander Díaz, profesor de la Facultad de ciencias sociales de la Institución Universitaria Politécnico Grancolombiano, está enmarcada bajo el concepto del atajo, derivada de la filosofía del salir fácilmente de los problemas, desafíos  y dificultades que se interponen en el camino de la cotidianidad y que ocasionan el padecimiento del éxito sencillo y simple, que en muchas ocasiones causa malestar a quienes no se les  ha atribuido merecidamente  el esfuerzo y tenacidad con la que luchan día a día, para poder llegar  de esta manera muy lejos.


No obstante, en lo que respecta al tema de este escrito, Mireya Barón, docente de la Facultad de Comunicación, Mercadeo y Artes, del Politécnico Grancolombiano, ha dicho que no es que se esté produciendo un plagio cultural en la mas absoluta definición del concepto, sino que lo que se está presentando es una noción a-cultural, fenómeno que se caracteriza por la predominancia de la conservación y masificación de costumbres ajenas, que en distintas oportunidades entran en conflicto con un legado poco vigente proveniente de la historia de nuestro pueblo, esa misma historia  que dejo a su paso sufrimientos y enseñanzas de sacrificio, que hoy en día son mínimamente aplicables.


La moda del in y el out ha pasado a constituirse como la forma en como nos definimos y nos definen los demás, ya que no somos de la “onda” si no nos comportamos como nos lo exigen los semejantes, validando de esta manera la idea de que calcamos y copiamos lo que es predilecto y popular en el mundo contemporáneo, aun cuando estos hábitos son arbitrarios, superficiales y extraños a la esencia de nuestra memoria (sí existe) y nuestro pasado.

jueves, 20 de septiembre de 2012

EL RESPETO A LA PERCEPCIÓN AJENA






Lo ideal es que llegue el día en que puedas decir tengo esta fe, esta cultura y tu tienes la tuya, no son las mismas, pero no quiero obligarte a creer en la mía porque te respeto, no te discrimino o huyo de ti por ser diferente o practicar otro credo”, es  el deseo y anhelo ejemplar  que  promulga en una frase, el teólogo y académico musulmán, Lyes Marzougui, expresión que surgió como  producto de una entrevista concedida a la revista semana.com, en la que no sólo dio a conocer un discurso propio de un individuo  víctima del rechazo e intolerancia de una sociedad poco evolucionada, sino que aportó quizás la lección más importante y significativa dirigida al mundo actual.

Este mensaje no se hace relevante por ser uno más de los tantos llamados insistentes que se le han hecho a los intolerantes, sino por que en sí mismo se constituye como un pronunciamiento inesperado, proclamado por un individuo proveniente del mal desprestigiado medio oriente, del cual la mayor parte de seres irracionales que hoy en día existen, aguardarían una acción terrorista  perpetrada por este, que dejara a su paso a miles de inocentes victimas poco relacionadas con el conflicto que ahora se vive. Sin embargo, vale aclarar que este personaje es ante todo un humanista que decidió romper con el estereotipo erróneamente infundado en un momento supremamente coyuntural, circunstancia en la que gracias a la intransigencia y obstinación de muchos, surgió una ola desenfrenada de violencia, fundamentada en la aparición de un vídeo y una caricatura que pretenden más que cambiar una lamentable realidad, ofender a una cultura, a una religión y a los fieles de ésta.

Entonces, es allí en donde surge el cuestionamiento de que si es posible que en medio de la intolerancia que reina en nuestro planeta, surja espacio para la paz, la reflexión y la armonía, frente a la cual no quiero emitir un juicio acelerado y quizás desmotivante, puesto que considero que la primera es el fundamento y la consistencia de la otra; no puede existir paz sin tolerancia ni respeto, ya que a partir de este punto se hace legítimo reconocimiento del otro como ente individual, que razona de acuerdo a unos criterios construidos en un entorno y experiencia personal, que motivan su desarrollo a lo largo de la vida.

Sin embargo, no es necesario ahondar más allá de los parámetros plenamente permitidos en materia personal, para descubrir que nuestra actitud intolerante tiene sus orígenes en el miedo a perder lo que para nosotros es seguro y ciertamente estable, lo que nos genera confianza y no incertidumbre en el extenso trayecto de la existencia, puesto que de no ser así, nos sentiríamos a merced de la mirada amenazante y devoradora de los semejantes, quienes al más mínimo error cometido por los demás, reaccionan de forma violenta y discriminante, pasando por alto la  premisa de que no somos iguales.

 

 

jueves, 13 de septiembre de 2012

RESPETO A LOS ANIMALES


  
Cortesía Google 
 
Pese a que la constitución política de Colombia, en el artículo 79 del capítulo III, proclama que “todas las personas tienen derecho a gozar de un ambiente sano (...), es deber del estado proteger la diversidad e integridad del ambiente, conservar las áreas de especial importancia ecológica y fomentar la educación para el logro de estos fines”, esta ley no pormenoriza acerca del trato que todo individuo debe dar a los animales que habitan en su entorno, seres que actúan conforme a su instinto no racional y que manifiestan cada vez que tienen oportunidad, su incapacidad de decidir la razón y la forma bajo la cual deben actuar, factores que resultan opuestos a la cualidades y ventajas que poseemos los humanos de determinar, dictaminar y estructurar nuestro comportamiento, aptitudes y habilidades que lamentablemente nos cuesta aprender y saber usar.

Eso que decimos llamar “arte”, en donde un humano “razonable” se enfrenta a un pobre animal, clavándole una serie de banderillas alrededor de su cuello, sin piedad alguna, no sólo deja muy mal hospedada la idea y el concepto que define lo que somos, sino que cuestiona y coloca en “jaque” nuestra cultura, esa misma que es heredada de quienes en una etapa oscura de nuestra historia, se aprovecharon de la inocencia de nuestros indígenas, para de esta manera apropiarse atrevidamente de los terrenos, riquezas y tesoros (en cultura y pensamiento) que no les pertenecía y que explotaron desmedidamente para satisfacer sus intereses colectivos y personales.

Aunque solemos decir que somos independientes desde hace 202 años, eso no ha sido y no será nunca una total verdad, puesto que aún seguimos conservando aquellas “tradiciones” tan absurdas e inhumanas, que únicamente no nos convierte en un pueblo dependiente de la invasión española, sino en seres incapaces de detenernos a concienciar del daño que causamos al ambiente y a los animales con nuestras acciones. ¿Cómo es posible que defendamos la cruel practica de toreo, con el pretexto de que es una tradición que nos fue heredada por nuestros antepasados? ¿Será que son más las personas que apoyan está práctica que las que la rechazamos?

Aplaudo honestamente la decisión que ha tomado el alcalde de Bogotá, Gustavo Petro, de prohibir las corridas de toros en la capital, iniciativa por la que he resuelto proponer este pequeña pero útil solución: es necesario que reflexionemos y tomemos conciencia, pero no esa conciencia que nos  solicitan los medios de comunicación, sino una en la que nos imaginemos el mundo sin animales, sin nuestros semejantes y sin recursos tan imprescindibles como el agua y las plantas;  deliberación  que nos lleve a actuar según nuestra voluntad y no a las exigencias hechas por los demás.

Sólo así, los animales, los humanos, las plantas y demás elementos creados para proporcionarnos la felicidad y las herramientas que verdaderamente necesitamos, podrán coexistir en un entorno en el que el respeto y la solidaridad, parecen no tener cabida.







miércoles, 5 de septiembre de 2012

INTERNACIONALIZAR EL MUNDO

 
 
 
                                                  Cortesía lamatrixholografica.wordpress.com


Hace poco tuve la grata experiencia de exponerme decididamente y sin ningún tipo de prejuicio a un interesante discurso, quizás la mejor alocución que he podido  escuchar de un ministro de educación en lo que llevo de vida, en el que las cifras y las estrategias  convencionales no entraron en cabida. En él, pude ser testigo de cómo un personaje tan importante,  como lo es el actual ex ministro de educación de Brasil, Cristovão Chico Buarque, pasó de ser un político tradicional e indiferente, a ser todo un humanista comprometido con la equidad social y mundial,  cuyo pronunciamiento “(…) sintiendo el riesgo de la degradación ambiental que sufre la Amazonia, puedo imaginar su internacionalización, como también de todo lo demás, que es de suma importancia para la humanidad”, ha dejado y sigue despertando una gran reflexión y enseñanza  no sólo a nuestros dirigentes, sino a los misma población universal, responsables de cuanto acontecimiento afortunado e infortunado rodea y abastece la realidad internacional.

Este discurso, que bien podría  haberse desarrollado como un pronunciamiento puramente diplomático y nada auténtico en relación a las arengas que ya conocemos, terminó convirtiéndose en un sermón magistral, en el que no sólo Brasil (por medio del entonces ministro de educación), se oponía a la internacionalización de la Amazonía, sino que condicionaba esa universalización de este parte del mundo, a  la internalización, generalización y masificación de todos los recursos y seres existentes en el planeta, es decir,  que su propuesta se centraba  únicamente en  renunciar a la propiedad privada y adentrarnos a construir progreso en él  dominio público.

Desde allí, desde esta perspectiva profundamente evolucionista y humana, es en la que me sitúo para levantar la voz y decir que éste debería ser el ideal de todo hombre de leyes, de todo sujeto con  corazón y cerebro. No es descabellado e ilusorio decir que Cuando los dirigentes traten a los niños pobres del mundo como Patrimonio de la Humanidad, no permitirán que trabajen cuando deberían estudiar; que mueran cuando deberían vivir”, al contrario, éste sería  uno de los  tantos propósitos y  sueños de quienes aún conservamos el valor de la libertad, la justicia y la equidad, por encima de las inadmisibles doctrinas y políticas que pretende meter en nuestra cabeza el  irracional capitalismo.

Sin embargo, y en completo acuerdo con lo que  anunciaba Buarque, no se puede arriesgar todo por nada; no es posible poner un recurso tan valioso como la Amazonía en manos de quienes sólo pretenden obtener más riqueza a punta de su desbordado aprovechamiento, entendiendo que la única y verdadera posibilidad de que se internacionalice el mundo, es que el mismo mundo quiera y se deje internacionalizar. Ya basta de justificaciones baratas y estúpidamente prefabricadas, la tierra y sus hijos no conocen dueño alguno y no les interesa poseerlo.

Sí usted, señor lector, quiere dejar que todos los recursos y seres que nos rodean sean de dominio total de la humanidad, entonces únase y suba la voz, para que de esta  forma podamos cambiar y suprimir nuestra inmerecida, inequitativa y triste realidad.

martes, 28 de agosto de 2012

EN BUSCA DE SER DISTINTO Y NO ESTAR EXTINTO






Cortesía portal digítal, Lemon Politik
                                                

“Eres distinto o estás extinto”, es  una de las frases a las que me remito, al momento de comenzar a hablar de la problemática que genera el termino "cultura" en la actualidad, confrontación originada a partir de la mala interpretación de la que es víctima dicho concepto, por parte de  una socedad liquido-gaseosa, en la que impera la levedad critica y mental.

La expresión cultura, es denominada como un conjunto de prácticas y/o comportamientos que regulan y controlan a una sociedad, que no permanece estática frente a un resistente y predominante campo mediático, permitiendo de esta manera, renovarse conforme transcurre determinado periodo de tiempo. Sin embargo, a diferencia de los que muchos piensan, y que a ciencia cierta no conocen ni distinguen que significa cultura; las practicas, códigos, normas o reglamentos, que rigen a una sociedad, no impiden de manera alguna el despertar de un pensamiento razonable y analítico, llevando a una persona a no actuar conforme a la voluntad de los demás, sino a la verdadera posición propia.

Esto no quiere decir que sea necesario alejarse de las comunidades existentes hoy en día, sino  que por el contrario, esa pertenencia a estos grupos, se encuentre fundamentada, enmarcada  y acorralada por  argumentos  individuales e inalienables,  en los que el dominio y la presión social no intervengan, cediendo de esta forma, el paso al  prevalecimiento de una decisión personal-racional, que no reprima nuestros intereses  más ecuánimes o signifique daño a nuestra integridad como seres naturales y sociales.

No obstante,   es difícil más no imposible desligarse de la idea que ha ido implantando en nuestras mentes el consumismo, método por el cual se nos vende la idea de adquirir desproporcionada e ilógicamente no sólo productos y servicios, sino también ideologías, pensamientos, patrones de comportamiento y actitudes inconscientes, que regulan y destruyen nuestra capacidad de resistencia, y posturas críticas frente a los fenómenos y circunstancias que rodean nuestra sociedad. Es precisamente allí, donde surge lo hoy en día se conoce como el Homo economicus, un ser que se caracteriza por desear ser más grande y popular que los demás, por conservar mayor cantidad de bienes materiales pero con menos valores espirituales, y finalmente por ser percibidos y constituidos como individuos únicamente consumidores, dejando a un lado la mirada independiente y la competencia o aptitud a reprochar, juzgar y analizar constructivamente lo que nos cerca.

Hemos perdido y tergiversado el verdadero y amplio significado que posee la palabra cultura, que etimológicamente en un principio se refería al arte de cultivar nuestro intelecto, pero que luego de una transformación social, que implicó pasar de un estado sólido a una posición liquido-gaseosa, llegó a ser reformada, a tal punto de considerar que cultura sólo significa información y  conjunto de prácticas convencionales que dejan a un lado nuestro análisis constructivo. Por ello, no cabe duda de que hemos aniquilado la legítima y veraz definición de este término,  afirmación que nos remonta a esta apropiada y oportuna  concepción: “La cultura da al hombre la capacidad de reflexionar sobre sí mismo. Es ella la que hace de nosotros seres específicamente humanos, racionales, críticos y éticamente comprometidos. A través de ella discernimos los valores y efectuamos opciones. A través de ella el hombre se expresa, toma conciencia de sí mismo, se reconoce como un proyecto inacabado, pone en cuestión sus propias realizaciones, busca incansablemente nuevas significaciones, y crea obras que lo trascienden.” Vamos camino a la extinción.


 Fecha de publicación:29 de agosto de 2012


viernes, 10 de agosto de 2012

RESPONSABILIDAD SOCIAL EN EL PROGRESO DE NUESTRA COMUNIDAD.



Cortesía getty images.com


El Poder es Poder, es algo de lo que ya no hay menor duda.  Esas buenas  intenciones de ayudar a los compatriotas, de generar un mejor estilo de vida, de brindar o "regalar" un futuro mejor, fueron y continuan siendo sólo discursos disfrazados en bellas palabras; mentiras que por un momento nos consuelan y después nos desconciertan, señalandonos  nuevamente que nuestra decisión fue erronea y que, quizás estamos condenados al perpetuo fracaso.

Pensé por un momento, que nosotros no habríamos podido ser los victimarios y asesinos de nuestro propio progreso; dude ciegamente de nuestra incapacidad  de  aniquilar el bienestar, el prevalecimiento y  la existencia de nuestro pueblo, pero infortunadamente creo que me equivoqué. Erré al no considerar la falta de compromiso (al elegir y participar democráticamente y sabiamente) y  responsabilidad politica-ciudadadana, que nos aqueja.

Somos pacientes aún cuando salen a relucir las  verdaderas intenciones de quienes se encuentran en el pedestal de la nación. Y es en ese momento, donde comienza la crisis: Los ciudadanos o pobladores comienzan a sentir los efectos del  político-dictador; el hambre, el desempleo y la falta de libertad inician el camino hacia la cruel devastación o destrucción de las esperanzas, la bondad y sumisión de un  pueblo.

Somos la causa y la consecuencia de nuestros desastres políticos, dado a  que somos nosotros quienes  tenemos el poder de elegir, de discutir, de retirar a aquello que nos hacen daño y nos conduce a una tenebrosa eliminación social. Sin embargo, esa labor de debatir no la tomamos en serio, nos importa más la moda o los teleshows que nos transmite la televisión colombiana, qué sentarnos a cambiar el presente y el fututo de nuestro país; una nación en la que reina la corrupción, la pobreza, el confort y la fortuna privada, por encima de la tranquilidad de una sociedad.


Entonces,¿Por qué nos hacemos la  pregunta, de por qué el país está así? ¿Somos acáso complices de nuestro cruel destino comunal?

Por eso, mientras no tomemos conciencia y responsabilidad social-ciudadana, nuestro futuro no va a cambiar, y lo peor de todo, es que  nuestros dirigentes segurirán considerando que el poder es poder, y por ello tendrán cada vez más autoridad para acribillar, asesinar y aniquilar la libertad, el éxito y la igualdad de nuestra comunidad.